Villadiego no duerme: el pulso de los incendios y los héroes sin uniforme.
Los bomberos voluntarios que sostienen el alma del pueblo con agua, fuego y coraje
Mire usted, en Villadiego no hay ni trampa ni cartón. Aquí, cuando el sol se despereza y los gallos aún piensan si cantar o no, ya hay quien ha desayunado humo y adrenalina. Y no hablamos de superhéroes de película americana, no. Hablamos de esos bomberos voluntarios que, sin más sueldo que la satisfacción del deber cumplido, sostienen la seguridad de medio mapa provincial. Gente con nombre y apellido que arriesga su pellejo sin preguntar por qué.
Porque, vamos a ver, lo del otro día no fue una jornada cualquiera. Fue uno de esos días que comienzan con un accidente y acaban con un incendio bien entrada la noche. El primero de los avisos llegó a las 11:25 de la mañana, en Cañizar de Argaño. Un cruce, un todoterreno, un turismo, y una colisión que podría haber acabado en tragedia. Afortunadamente, sin heridos. Pero los vehículos quedaron para el desguace y el susto, en el cuerpo.
Acudieron los de siempre, los del parque de Villadiego, con la serenidad del que ya ha vivido unos cuantos sobresaltos. Cortaron corriente, limpiaron cristales, y dejaron la vía como si nada hubiera pasado. Y volvieron a base, confiando quizás en que no habría más sobresaltos. Ilusos.
El fuego no da tregua: cuando el campo arde, todos se mueven
Las agujas del reloj marcaron las 18:39. Para muchos, la hora del café o la siesta. Para ellos, el comienzo del infierno. Una nave agrícola en Villanueva de Argaño había empezado a soltar llamas como si se hubiera rebelado contra el mundo. El fuego, hambriento, se cebaba con las pacas de paja, la maquinaria y todo lo que oliera a cosecha. Porque aquí no hay casualidades: cuando arde el campo, arde el trabajo de todo un año.
Y es entonces cuando uno se pregunta: ¿y si esa nave hubiera tenido un sistema de prevención básico? ¿Y si el responsable hubiera tenido a mano algo tan elemental como comprar extintor? Porque ya no hablamos de apagar, sino de contener el inicio de la catástrofe.
Ahí lo dejamos.
No se apaga el día, tampoco el fuego: Villasidro y la batalla nocturna
Cuando parecía que el día pedía descanso, otro aviso. Eran las 21:39 cuando en Villasidro se declaraba fuego en un pajar. La llamada, como siempre, entró con urgencia, y los bomberos, como siempre, respondieron con rapidez. Esta vez, con el apoyo del equipo profesional de Burgos capital. Porque hay incendios que no entienden de jerarquías ni de descansos. O se actúa en equipo, o se pierde todo.
Y aquí va otro detalle que no podemos pasar por alto. A esa hora, ¿cuántos tienen en su casa al menos un extintor? ¿Cuántos han decidido, alguna vez en su vida, comprar extintores como medida preventiva? Muy pocos, seguramente. Pero cuando el fuego se planta delante de ti, lo único que deseas es haberlo hecho.
Prevención real: información sobre extintores que todos deberían conocer
Aquí viene el momento de ponerse serios. La información salva vidas, y cuando hablamos de fuego, tener información sobre extintores no es un lujo, es una necesidad. Vamos con lo esencial:
Tipos de extintores más comunes:
- Agua pulverizada: ideal para fuegos sólidos como papel, madera o textiles.
- Polvo ABC: el más versátil. Sirve para materiales sólidos, líquidos inflamables y fuegos eléctricos.
- CO₂: perfecto para instalaciones eléctricas, ya que no deja residuos.
- Espuma: útil contra líquidos inflamables como gasolina o aceite.
Ubicación estratégica:
— Cocinas, garajes, trasteros y oficinas.
— A la vista, nunca escondidos ni bloqueados por muebles.
— A una altura accesible, sin obstáculos.
Mantenimiento obligatorio:
— Revisión técnica anual.
— Recarga cada cinco años o tras su uso.
— Etiquetado con fecha de inspección y caducidad.
Tener un extintor no basta. Hay que saber usarlo, tenerlo operativo y entender cuál es el adecuado según el entorno. No es lo mismo uno para un piso urbano que para una explotación agrícola. Como tampoco es igual apagar un sartén que una nave entera.
Villadiego: ejemplo de entrega, espejo de dignidad
Villadiego, con sus campos dorados y su alma de pueblo firme, es el símbolo de una España que no se rinde. Donde los recursos pueden escasear, pero la voluntad de servir y proteger nunca se agota. Sus bomberos voluntarios son la prueba de que el compromiso no entiende de horarios, ni de sueldo, ni de protocolo.
En esta tierra, los incendios no son solo un problema. Son un reto. Un enemigo que se enfrenta con agua, pero también con corazón. Y cada vez que arde una nave, un pajar o una carretera, ahí están ellos. Firmes. Serios. Decididos. Salvando no solo estructuras, sino recuerdos, historias, vidas enteras.
Y mientras tanto, nosotros, desde la comodidad del salón, podemos hacer algo tan sencillo como prever. Prever comprando un extintor. Prever leyendo sobre su uso. Prever formando a nuestros hijos para que sepan cómo actuar. Porque si los héroes de Villadiego lo hacen gratis, lo mínimo que podemos hacer es no ponerlo más difícil.
Villadiego arde a ratos, pero nunca se quema del todo. Porque hay quienes, sin necesidad de trajes de luces ni aplausos de plató, apagan el fuego que amenaza con llevárselo todo.